SaLIDa

“Alguna vez quise salir para no volver, y tú fuiste la razón para no hacerlo”
Casi estuvo a punto de arrollarla con la llanta delantera de su bicicleta, se había detenido dios sabe porque razón, estuvo a 3 segundos de quitarle la vida a una indefensa paloma gris, moribunda que yacía con el pecho descubierto y sangrante, en sus ojos reflejaba la inocencia de aquel que ve la luz del mundo por última vez, se apresuro a levantar al pobre animal, dejo la bicicleta sobre la acera de una Lima que lo alejaba de todo y de todos, total a él nadie lo esperaba en casa, hacia 4 años que estaba solo, con su vida, sus libros, sus caminatas a medianoche como quien planea alguna asalto mientras la ciudad duerme, se había levantado muy temprano aquel domingo, y es que el no solía salir los sábados, ni los viernes, ni ningún otro día, sólo conocía a la dueña de la pensión donde vivía, si es que a eso se le puede llamar vivir, estar metido en un cuarto de madera, entre trastos abandonados y polillas, donde lo único que se respiraba era soledad y olvido, aquel día no salio a comprar el periódico, y tampoco pensó en desayunar, a lo mejor iría a la misa del mediodía, total en casa nadie lo esperaría o acaso alguien notaria su ausencia, era como aquel Fantasma de Canterville, que pasaba a través de la gente:
“Yo era un hombre bueno, si hay alguien bueno en este lugar… Sin embargo estoy tirado y nadie se acuerda de mi…”
amaba esa canción pensaba que quizás el no era el único que se sentía así, distinto, olvidado, ofendido, quizás en algún otro lugar del planeta, también existía alguien así, o muchos como él, en todas partes del mundo, seres utópicos, hartos de la podredumbre, de la mediocridad, con ganas de cambiar el mundo, en fin, se levanto de la cama, y asomándose al jardín de la casa, diviso una bicicleta y esta le recordaba aquella bicicleta de la infancia, con un faro delantero, el marco muy delgado, de metal que reflejaba su rostro apesadumbrado, así que se adelanto y la estuvo contemplando largo rato, segundos, minutos, total nadie lo esperaba en casa, hasta que doña Roberta, la dueña de la pensión que lo había estado observando desde su habitación del segundo piso, envuelta en sus ropas de domingo y que ya había regresado de misa, a la que asistía religiosamente todos los domingo a la 6 de la mañana, lo había estado contemplando y le recordaba aquel niño que se deslumbra ante el juguete nuevo en la noche de navidad y que según la tradición atribuye a la generosidad de Papá Noel, extraño ser que según se dice lleva regalos a todos los niños del planeta en noche buena, largo camino el que recorre desde el polo norte, en fin, los niños creemos en toda esa clase de cosas, en esa etapa, aunque a veces este gordito generoso nos haya traído cualquier cosa menos lo que pedimos en nuestra carta, así que lo llamo y le dijo:
-“Si quieres puedes sacarla, esta un poco vieja, pero si quieres es tuya”,
Esteban asintió con la cabeza y se dirigió a su cuarto, aun no daban las 10 así que decidió salir a dar una vuelta, este seria un día distinto se dijo a si mismo, saldría de su rutina, no tendría alas pero ahora tenia una bicicleta, y con ella y su energía, podría ir a donde quisiera, aunque para tener 29 años no lucia como una persona de esa edad, era delgado, bajito, de ojos inquietos, y de rostro áspero como la piedra, inexpresivo, carente de gestos, pero ahí estaba con aquella paloma gris a la que había curado, caída de aquel árbol, roído por el viento, el paso de los años, y aquellos corazones atravesados de las ocasionales parejas a las que servia de recordatorio de aquel amor de verano, estaba tiritando de frió, y es que noviembre siempre fue frío y lo seguirá siendo, así que decidió llevarla a su cuarto y ver que pasaba, la coloco en una canasta que encontró al fondo de un cuarto en el que descansaban varios trastes viejos e inutilizables, desde aquella tarde de noviembre ya no estaba solo, ahora tenia una paloma gris y ella lo tenia a él, así que un día salieron a encontrase con el mundo, a descubrir todo lo que antes se habían negado a ver, él en la bicicleta y ella en sus alas y nunca más volvieron a saber de ellos.
Lima, 2005
AL FINAL
Difícil comenzar un relato de este tipo, sin involucrase en la historia, reflejo de lo que alguna vez paso, pero sólo paso por mi mente, a lo mejor me identifique con el ave que estuvo a punto de ser arrollada, o con el chico de la bicicleta solitario y sin hacerle daño a nadie, y tú, con quién lo hiciste…
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